En la bulliciosa oficina de Marruecos Tours, donde el aroma del té de menta perduraba en el aire y el sonido de los teclados repiqueteaba como una melodía rítmica, Omar estaba sentado en su mesa, rodeado de hojas de cálculo, facturas y una taza de café humeante. Como Director de Contabilidad y Reservas de la empresa, Omar era el héroe anónimo que mantenía el engranaje de la empresa en perfecto funcionamiento.
A Omar siempre le habían gustado los números. Desde muy joven se sintió cómodo con la precisión de las matemáticas, con la forma en que las ecuaciones siempre sumaban algo claro y concreto. Pero no sólo le fascinaban los números, sino también las historias que contaban.
Cada dígito de su pantalla representaba el sueño de un viajero, la aventura de una familia o la escapada romántica de una pareja. Y Omar se enorgullecía de saber que su trabajo hacía posibles esos sueños.
Omar había trabajado en finanzas corporativas, haciendo números para una gran empresa de Casablanca. Pero la monotonía de la vida corporativa le dejó anhelando algo más significativo. Cuando su amigo de la infancia, Mohamed, le propuso crear una empresa familiar de viajes, Omar no lo dudó. Lo vio como una oportunidad de combinar su amor por los números con su pasión por la rica cultura y el patrimonio de su país.
Omar llevaba muchos sombreros. Gestionaba las finanzas de la empresa, asegurándose de que se contabilizaba cada dirham. Se ocupaba de las reservas, organizando meticulosamente los campamentos en el desierto, los riads y los guías privados. Y cuando surgía algún contratiempo -una cancelación de última hora o una doble reserva-, Omar era la calma en la tormenta, encontrando soluciones con la precisión de un maestro de ajedrez.
Pero el papel de Omar iba más allá de las hojas de cálculo y las reservas. Era el pegamento que mantenía unido al equipo. Cuando Mohamed estaba fuera guiando viajes, Omar se encargaba de que la oficina funcionara sin problemas. Respondía a los correos electrónicos, tranquilizaba a los ansiosos viajeros e incluso ayudaba a planificar itinerarios cuando era necesario. Sus colegas solían bromear diciendo que era la «navaja suiza» de la empresa, siempre dispuesto a afrontar cualquier reto.
Un verano ajetreado, cuando la empresa se preparaba para su temporada alta, Omar se enfrentó a su mayor prueba. Un grupo de 20 viajeros europeos había reservado un viaje de 10 días, pero un cambio repentino en el horario de sus vuelos lo sumió todo en el caos. Los hoteles estaban completos, los guías no estaban disponibles y los viajeros debían llegar en sólo 48 horas. Mientras que a otros les habría entrado el pánico, Omar mantuvo la calma.
Pasó toda la noche revisando el itinerario, negociando con los proveedores y encontrando soluciones creativas. Por la mañana, no sólo había salvado el viaje, sino que había ascendido al grupo a un campamento de lujo en el desierto como gesto de buena voluntad.
Los viajeros quedaron encantados, y sus elogiosas críticas hicieron que Marruecos Tours aumentara su volumen de negocio. Pero para Omar, la verdadera recompensa era ver las sonrisas en sus caras y saber que había contribuido a crear una experiencia inolvidable.
Fuera del trabajo, Omar era un hombre de placeres sencillos. Le encantaba pasar las tardes con su familia, compartiendo historias en torno a una copiosa cena. Le apasionaba la fotografía, y a menudo captaba la belleza de los paisajes marroquíes en sus escasos días libres. Y aunque rara vez viajaba, se enorgullecía de saber que su trabajo permitía a otros explorar las maravillas de su tierra natal.
Para Omar, Marruecos Tours era algo más que un trabajo: era una labor de amor. Cada reserva que confirmaba, cada factura que tramitaba y cada problema que resolvía era un paso hacia la realización del sueño de alguien. Y mientras estaba sentado en su mesa, tomando café y revisando las reservas del día, Omar no podía evitar sonreír. Él también estaba viviendo su sueño, número a número.
You cannot copy content of this page
Haz clic en uno de nuestros contactos para chatear por WhatsApp